domingo, 19 de octubre de 2014

Homenaje a Octavio Paz

El próximo miércoles, 22 de octubre, a las siete de la tarde, se celebrará en la Fundació Tàpies de Barcelona una lectura colectiva en homenaje al centenario del nacimiento de Octavio Paz. Será un acto gemelo del que ya se celebró en la Feria del Libro de Madrid a principios del pasado mes de junio, aunque en este la nómina de poetas participantes se repartía entre españoles y mexicanos, y en el del próximo miércoles lo hará entre poetas españoles que escriben en castellano, poetas españoles que escriben en catalán y poetas hispanoamericanos. Por un extraño privilegio, que debo a la generosidad de Aurelio Major, comisario del programa conmemorativo en España, participé en el acto madrileño y volveré a hacerlo en el barcelonés, aprovechando una estancia de dos semanas y media en España. La lectura me dará la oportunidad, no solo de escuchar excelentes poemas -de Paz y de mis compañeros participantes-, sino también de abrazar a varios de estos, como Jesús Aguado, José María Micó u Orlando González Esteva, tan buenos amigos como escritores. Reencontrarme con Orlando, en particular, será un gran placer: nos conocimos en Villahermosa, México, en unas jornadas literarias inolvidables, a principios de 2013, y, pese al poco tiempo transcurrido todavía desde ese momento inaugural, tengo ya la sensación de que nuestra amistad es indestructible e irreprochable. Orlando viaja desde Miami, donde reside, para este acto y supongo que también para otros: uno procura sacarle el máximo partido posible a estos pesadísimos viajes transoceánicos. Me alegrará también constatar la presencia en el acto de dos de las poetas a las que he antologado en Medio siglo de oro. Antología de la poesía contemporánea en catalán, que acaba de publicar el Fondo de Cultura Económica: Susanna Rafart y Núria Martínez-Vernis. Aurelio me pidió la relación de autores seleccionados, y de esa lista, imagino, han surgido ambos nombres. El acto se estructurará como una doble lectura por parte de cada uno de los autores invitados: de un poema de Octavio Paz, en primer lugar, y de otro u otros propios después. Transcribo aquí los dos que leeré yo:

El camino es escritura y la escritura es cuerpo y el cuerpo es cuerpos (arboleda). Del mismo modo que el sentido aparece más allá de la escritura como si fuese el punto de llegada, el fin del camino (un fin que deja de serlo apenas llegamos, un sentido que se evapora apenas lo enunciamos), el cuerpo se ofrece como una totalidad plenaria, igualmente a la vista e igualmente intocable: el cuerpo es siempre un más allá del cuerpo. Al palparlo, se reparte (como un texto) en porciones que son sensaciones instantáneas: sensación que es percepción de un muslo, un lóbulo, un pezón, una uña, un pedazo caliente de la ingle, la nuca como el comienzo de un crepúsculo. El cuerpo que abrazamos es un río de metamorfosis, una continua división, un fluir de visiones, cuerpo descuartizado cuyos pedazos se esparcen, se diseminan, se congregan en una intensidad de relámpago que se precipita hacia una fijeza blanca, negra, blanca. Fijeza que se anula en otro negro relámpago blanco; el cuerpo es el lugar de la desaparición del cuerpo. La reconciliación con el cuerpo culmina en la anulación del cuerpo (el sentido). Todo cuerpo es un lenguaje que, en el momento de su plenitud, se desvanece; todo lenguaje, al alcanzar el estado de incandescencia, se revela como un cuerpo ininteligible. La palabra es una desencarnación del mundo en busca de su sentido; y una encarnación: abolición del sentido, regreso al cuerpo. La poesía es corporal: reverso de los nombres.

[Octavio Paz, El mono gramático, Barcelona, Seix Barral, 1990]

El aire
persigue
a la luz, pero choca
con un azul 

                     áspero, y queda
tendido entre sombras mansas,
con los ojos huyendo, roto
como agua rota;
                              el aire
oculta lo que veo, y la piel de las cosas
deserta de las cosas,
y la lluvia que empieza a caer se convierte
en lluvia detenida,
                                 o en sequedad;
el aire se extravía entre edificios
reblandecidos y deriva
en una pasta indócil,
que me recubre
como un sudario.
La sangre ocurre, merodea,
llora; y, a veces,
                             accede a iluminar
el cuerpo en que me extingo. Tiemblo,
y mi temblor me crea; tiemblo,
porque me sé perdido en una niebla
plena de aristas; tiemblo,
porque mi nombre
carece
de huesos,
y las palabras
                          con que simulo
sobrevivir al lúgubre resplandor de los días
no son palabras,
sino muñones
                         de mí;
tiemblo, en fin, refugiado
en la materia y en la duda,
sangrando sin heridas, sumido en una piel
que se despliega como un árbol
y me acoraza blandamente.
Lo irreal prevalece, pero soy
                                                   yo. Detrás sólo
hay dolor: la conciencia con sus límites
y sus aftas; la carne macerada
por la certeza
de que la vida es sólo
otra forma de no ser, de alejarse.
Y escapo. Huyo siendo piedra,
tosiendo
               como la piedra,
carnal como la piedra, y salvo la distancia
que me separa
de mí. Y esa distancia
también es piedra,
respiración de piedra, piedra
que quiere transformarse en agua:
yo soy la piedra, y la libélula
que desova en sus anfractuosidades,
y el verdín
que la cubre, y que emite, bajo un sol
de esparto,
destellos minuciosos. Escapo, perseguido
por los símbolos; corro, quieto,
deudor de una ceguera turbulenta, y construyo,
y desmenuzo, y nazco:
me avengo a respirar, pero, aturdido
por lo que no comprendo,
reclamo
el indulto del sueño o el jarabe
                                                      abrasador
de la muerte. Y ahí, bajo su luz abrupta,
en su heredad sin tierra, espero
a que el ser y la noche
se reconcilien,
a que el yo se reúna
con su penumbra, y enarbole
su tenuidad como un río,
o como una guadaña
de estambres. 

[Eduardo Moga, Cuerpo sin mí, Madrid, Bartleby, 2007]

4 comentarios:

  1. Muy buena elección!
    Mañana voy a Barcelona, buscaré, Cuerpo sin mí, en la Librería Laie.
    Un abrazo

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    1. No sé si habrás encontrado Cuerpo sin mí en Laie, Amelia. La última vez que pasé por allí no lo tenían. Es un libro que tiene ya 7 años y no resulta fácil dar con él en los estantes, aunque estoy seguro de que Laie podrá encargarlo y Bartleby, servirlo. Si te haces con él, ojalá te guste. Y gracias, como siempre, por tu interés.

      Un beso.

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  2. En Laie me pasó una cosa muy curiosa, pero no me atrevo a contarla aquí!!

    Un abrazo

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  3. No sé qué opinar, Amelia. Me intriga lo que dices, pero si no puedes contarlo aquí...

    Un beso.

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