sábado, 30 de agosto de 2014

Carles Torner

Llevo -llevamos- toda la vida oyendo que la vida da muchas vueltas. Nunca nos lo acabamos de creer: a todos nos gusta imaginar que nuestra vida se desarrolla linealmente (y, a ser posible, exitosamente), sin azares, sin imprevistos, sin circularidades. Pero la vida, es verdad, gira con una virulencia soterrada, aunque no nos demos cuenta, aunque creamos que todo sucede como es predecible que suceda; y la de quienes nos rodean, también. A veces esas ruedas que son nuestras existencias se ensamblan como cojinetes, o chocan como mecanismos enfrentados, y surge un movimiento anómalo, o una visión inesperada, o una fricción placentera o dolorosa. A Carles Torner, por ejemplo, yo lo había conocido, hace años, en un encuentro poético en Barcelona. No era poca cosa conocer a un poeta en catalán en Cataluña, porque los poetas en catalán y los poetas en castellano en Cataluña constituyen, salvo raras excepciones, mundos separados e impermeables. Recuerdo que en aquel encuentro originario, del que él, seguramente, se habrá olvidado, yo hice una broma lingüística, y él se rió con ganas, con una risa franca y abierta. Luego lo escuché leer, y quiero pensar que también él a mí. Aquel contacto, que no se prolongó, me hizo interesarme por su literatura, y leí algunos libros suyos, como Als límits de la sal ("En los límites de la sal"), su segundo poemario, con el que ganó el Premio Carles Riba en 1984, el más importante de la poesía catalana actual, o, años después, en 1998, Viure després ("Vivir después"), que fue, también, Premio de la Crítica de Poesía Catalana. Cuando el Fondo de Cultura Económica me propuso hacer una antología de la poesía en catalana actual, hace ahora casi un año y medio, no dudé de que Carles había de ser uno de los seleccionados. Me puse en contacto con él, acordamos los poemas que integrarían la muestra, los traduje, y pulimos mi traducción de acuerdo con sus sugerencias e indicaciones. Al cabo de algún tiempo, y para mi sorpresa, supe que Carles se había venido a vivir a Londres. Durante mucho tiempo, ha sido secretario del PEN Club catalán y presidente del Comité de Traducciones y Derechos Lingüísticos del PEN Club Internacional, la asociación mundial de escritores, y ahora ha sido nombrado director de este, con sede en Londres, donde se fundó, en 1921. Quedo con él una tarde para charlar y conocer de primera mano su nueva situación. El encuentro es en la Fitzroy Tavern, uno de los pubs más literarios de la ciudad, donde solían celebrar sus reuniones escritores como Dylan Thomas, siempre dispuesto a tomarse unas pintas (y unos whiskys), y George Orwell, amante asimismo de empinar el codo, aunque no tengo muchas esperanzas de que encontremos mesa. De hecho, cuando llego, no encuentro casi ni espacio: el interior está abarrotado, y en la calle, alrededor de la taberna, se acumula también la gente, de pie, con vasos muy grandes de cerveza muy oscura en la mano. Lo espero a la entrada, haciendo el sudoku de El País. Llega con algún retraso, pero su sonrisa lo disculpa. Charlotte Street, donde está Fitzroy, abunda en bares, pero todos están llenos, como casi todo en esta ciudad: Londres se caracteriza por que nunca hay sitio en ninguna parte. Nos refugiamos, por fin, en un modesto Caffè Nero, alguna de cuyas mesillas callejeras está sorprendentemente vacía. Yo, no sé por qué, siento la necesidad de pedir una coca-cola. Últimamente, estoy consumiendo mucha coca-cola, pese a saber de sus perjuicios: mucho azúcar, calorías vacías, comercio injusto: será que necesito glucosa. Carles y yo hablamos, por fin, de nuestras respectivas experiencias en Inglaterra: él, francófilo -estudió en París, y tiene ensayos publicados en francés-, está descubriendo la anglofilia, y yo, anglófilo -amante siempre de la cultura anglosajona, y traductor de sus escritores-, estoy descubriendo la anglofobia. Carles hace poco que se ha instalado: apenas dos meses, y todavía está en una fase de acomodación y de reagrupamiento familiar. Yo cumplo hoy exactamente un año de mi venida a la ciudad, aunque haya pasado, en este tiempo, largos periodos en España. Carles me habla del PEN, cuyas actividades me admiran: en su sede tiene a un equipo de cinco personas cuyo único trabajo consiste en rastrear las fuentes de información mundiales, para descubrir cualquier caso de persecución de escritores o de represión de la libertad de expresión contra los que el PEN deba luchar. También me cuenta que el PEN catalán, el primero en España, se fundó apenas seis meses después de que la organización se creara en Londres, y que entre sus promotores se encontraban escritores tan destacados como Carles Riba, Pompeu Fabra y Marià Manent, entre otros. Su actividad como director tiene mucho que ver con la captación de voluntades, que es casi lo mismo que decir con la captación de contribuciones: sus muchos y rapidísimos viajes al extranjero, por ejemplo, se explican por la necesidad inacabable de encontrar financiación para las tareas de la organización. En el poco tiempo que nos dejan las implacables camareras del Nero -el local cierra a las siete-, hablamos de todo esto y de muchas otras cosas, con el desorden propio de las conversaciones amigables. Nos despedimos a la entrada del metro de Tottenham Court Road, en medio de un bullicio ensordecedor. Pero el diálogo que hemos establecido sobrevive al ruido que nos rodea. Confío en que lo siga haciendo en los días por venir.

DE TOT L'ALTRE S'ESPANTA

La invasió era prevista abans
de mitjanit. Grallers de dol ploraven
l'últim udol i els campanars sagnaven
el tretzè toc: un crit lligat de mans.

Han arribat els corbs de becs llampants
color mirall per ocupar les places
de la ciutat i beure a les terrasses
de tots els bars licors fets d'ulls humans.

Han apostat mil guardians voraços
al finestral, al pòrtic i al terrat,
rígids i atents, que els homes van escassos.


T'esperen. Becs fulgents d'ocells rapaços 
que et buidaran els ulls com a un penjat 
tan aviat com sentin els teus passos. 

DE TODO LO DEMÁS SE ASUSTA

La invasión estaba prevista antes
de medianoche. Chirimías de luto lloraban
su último ulular, y los campanarios sangraban
el decimotercer toque: un grito atado de manos.

Han llegado los cuervos de picos centelleantes
y color de espejo para ocupar las plazas
de la ciudad y beber en las terrazas
de todos los bares licores hechos de ojos humanos.

Han apostado mil guardianes voraces

en el ventanal, el pórtico y el tejado,
rígidos y atentos, porque los hombres escasean.

Te esperan. Picos refulgentes de aves rapaces
que te sacarán los ojos como a un ahorcado
en cuanto oigan tus pasos.

(De Als límits de la sal)
Traducción de Eduardo Moga

1 comentario:

  1. Los cuervos me recuerdan al mundillo literario, que está plagado de ellos. Supongo que el poema tiene una lectura muy diferente, pero es la que me ha venido a la cabeza. Por lo demás, muy buen poema.

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