lunes, 24 de marzo de 2014

Islington

Nos decidimos a visitar Islington, el barrio en el que vive el alcalde de Londres, el gallináceo Boris Johnson. Es un domingo de sol, aunque el viento es gélido: siete grados centígrados, y estamos a finales de marzo. Tardamos una hora en llegar, en metro y autobús: Islington está lejos. Cuando salimos de la estación de Farringdon, nos sumergimos momentáneamente en un mundo dickensiano: nos rodean los grandes bloques de edificios de ladrillo del Peabody Estate, una urbanización decimonónica; el ladrillo es ese, entre rojizo y marronoso, que tanto le gustaba a la reina Victoria. Aquí, según parece, situó Dickens algunas de las escenas de Oliver Twist, en concreto, aquella en la que Artful Dodger instruye a Oliver y a sus compinches en el noble arte de robar carteras. Parece que perdura por estos pagos cierta tradición de mangar: observamos avisos de la policía por la calle en los que se informa al público de que abundan los ladrones de teléfonos móviles, y se aconseja manejarlos con cuidado. Como ya es tarde y el paseo se promete largo, antes de seguir andando, decidimos comer. Lo hacemos en un pub de la zona, donde, en una gigantesca pantalla de televisión, se retransmite un partido de fútbol de la liga inglesa: juegan el Tottenham, que es el equipo del barrio, y el Southampton. Algunos aficionados miran el partido, sorprendentemente silenciosos, mientras chupan sus pintas de cerveza, muy oscura. Observo, en una pared, un fotograma de aquel maravilloso sketch de los "andares tontos", de los Monty Python: John Cleese aparece, con levita, bombín y cartera, meneando una pierna por las calles de Londres. Es uno de los cortos más surrealistas y descacharrantes del grupo cómico, que revela la constante capacidad de los ingleses para burlarse de sí mismos: el estirado personaje de Whitehall, antonomasia del británico estirado, se retuerce al caminar: se afloja, ensortija y contorsiona, aunque no sepa hacerlo anímicamente, sino solo físicamente. También la celebrada ironía inglesa es una forma de desestiramiento. En el pub nos atiende un camarero de Martorell, que planea cambiar pronto de trabajo: a él, nos explica, lo que le gusta es la coctelería. Cuando proseguimos la caminata, en Corporation Row, pasamos por delante de otra institución victoriana, el internado para jóvenes. Hay sucesivas entradas a lo largo del muro de piedra. Una está señalada para "Special girls". No sé por qué eran especiales las chicas que entraban por aquí, pero decido hacerle una foto a Ángeles bajo el dintel. Más adelante, pasamos cerca del teatro Sadler's Wells, fundado en 1683, aunque apenas quedan restos del edificio antiguo. William Wordsworth habla en El preludio -que publicamos en DVD ediciones, íntegro, en 2003, con una extraordinaria traducción de Bel Atreides- de obras que vio en el Sadler's Wells. Entramos ya, propiamente, en el barrio de Islington: hasta ahora solo nos hemos estado acercando. Nos da la bienvenida un edificio espléndido, arcilloso, con una torre rematada por una cúpula: es la antigua Posada del Ángel, en la que, en los siglos XVII y XVIII, solían pernoctar los viajeros que llegaban tarde a Londres y no querían arriesgarse a seguir camino y ser desvalijados por los numerosos salteadores que infestaban las vías de acceso a la ciudad. Dickens la menciona en Oliver Twist y se cree que aquí escribió Thomas Paine su famoso opúsculo Los derechos del hombre. Ya en Islington, recorremos un trecho del Regent's Canal, uno de los muchos canales que atraviesan Londres: en una orilla se alinean los narrow boats, en cuyas cubiertas se mezclan los asuntos fluviales, como los aparejos de navegación, con los asuntos domésticos, como la ropa tendida o las macetas de flores. Nos apartamos del curso de agua y damos con Noel Street, en cuyo número 25 vivieron -y murieron, trágicamente- el dramaturgo Joe Orton y su compañero, Kenneth Halliwell. (La placa que indica que ese fue su lugar de residencia es difícilmente visible: no está junto a la puerta, sino en lo alto; y no es azul, como las del resto de la ciudad, sino de un verde mortecino, con poco contraste. Se conoce que las placas verdes, y no azules, son una seña de identidad del barrio de Islington). Orton y Halliwell, en efecto, vivieron aquí varios años, dedicados a amarse, a escribir y a saquear las bibliotecas de la zona. Tan metódico fue su vandalismo, que fueron condenados por los daños causados, y pasaron seis meses en la cárcel: ¿es imaginable, hoy, alguien preso por robar libros? Pero el 9 de agosto de 1967, trastornado por los celos, el depresivo Halliwell le aplastó el cráneo a Orton con un martillo y luego se suicidó con una sobredosis de barbitúricos. No es el único lugar literario del barrio con una reputación trágica. Un poco más adelante, en St. Peter's Street, está la casa en la que vivía Salman Rushdie cuando el ayatolá Jomeini, aquel hombre al que tanto añoramos por su espíritu liberal y la sofisticación de su pensamiento, dictó la fatwa que lo condenaba a muerte por haber escrito Los versos satánicos. En el casco antiguo de Islington, por decirlo así, se esconden algunas plazas encantadoras, como Gibson Square, arropada ahora por el sol, que enciende las fachadas blancas de las casas y sus puertas multicolores, y Milner Square, más pequeña y umbría, pero con una vegetación más prieta. Por un pasaje que la cruza, se llega a una calle de regusto portugués, Almeida Street, y, al poco, a Upper Street, desde la que no tarda en alcanzarse un lugar magnífico, y del que pocos visitantes tienen noticia: el New River Walk, un curso fluvial abierto en el siglo XVII para traer agua a la sedienta Londres desde el lejano Hertfordshire. Aquí se han bañado Samuel Coleridge y Charles Lamb, eludiendo la vigilancia de los guardas destacados para impedir que la gente hiciera precisamente eso, bañarse, en un agua destinada al consumo público. De esta ímproba misión -y fracasada, según el testimonio de los escritores- queda el vestigio de una caseta de ladrillo, junto al cauce del río, donde se guarecían los vigilantes. El lugar sigue siendo hermoso, pero apreciamos algún abandono: en el agua, que no corre, flotan desperdicios, y también hay desechos y mucha hojarasca en el paseo aledaño. En el lecho del río vemos instaladas cañerías, a las que se encaraman los patos. Desde luego, a estos no parece importarles la suciedad; más bien la disfrutan, y hasta se la comen. Por otra parte, la vegetación es espléndida: abundan los mazos de flores, los narcisos, los sauces llorones, que derraman sus lágrimas verdes sobre el espejo turbio del New River. Los troncos de algunos árboles, huyendo de la sombra con que los asfixian los árboles vecinos, cruzan el río a escasa distancia del agua y emergen a la luz en la orilla contraria. Es bonito, pero peligroso: si uno transita a oscuras por aquí, corre el riesgo de dejarse los dientes en alguno de ellos. Al salir del paseo, vemos a alguien sacando algo -algas-, con una redecilla, del lecho del río, y nos preguntamos qué provecho puede obtener de algo así. La caminata se acerca a su fin. A ratos, el sol desaparece, e incluso llueve, más aún: nos graniza. La piedra cae durante poco tiempo, pero es piedra: un arroz helado que no llega a doler, pero sí a desbarajustarnos: hay que recomponer los abrigos y la marcha, que ahora ya no obedecen al interés del entorno, sino a evitar la incomodidad de la precipitación. Pasamos por delante de la Canonbury Tower, una construcción de 1562 en la que vivió algún tiempo Walter Raleigh, el corsario y saqueador de Cádiz, que aquí es sir, pero al que la literatura clásica española llama, simple y despectivamente, Guantarral. En el centro de la casa se alza una impresionante torre rectangular. Más allá encontramos Canonbury Square, donde, como en otros lugares de Londres, por una extraña atracción, han vivido varios escritores o gente vinculada a la literatura: George Orwell, que compuso aquí parte de 1984; Evelyn Waugh, que se casó con Evelyn Gardner, y que se distinguían llamándose "Evelyn él" y "Evelyn ella"; y Samuel Phelps, el actor y productor de teatro, especializado en obras de Shakespeare, muchas de las cuales se representaron en el teatro Sadler's Wells.

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