lunes, 10 de febrero de 2014

Limbo, Jean-Paul Michel, El Cuaderno

Recibo hoy tres envíos: uno me llega a mi nueva dirección, pero dos lo hacen todavía a la antigua. Me acerco, pues, a mi vieja casa para recogerlos: es un paseo agradable, junto a un río que parece un embalse, tan quieto que los ojos de los puentes dibujan en la superficie del agua ouróboros inmaculados. Cuthbert me entrega los paquetes con la suavidad de siempre. Recuerdo que, antes de irnos, me dijo que leer era lo que más le gustaba hacer, y que tenía miles de su libros en su casa. Un portero de finca urbana bibliómano y lector: no sé si habrá muchos como él en España. Los libros que han llegado a Grosvenor Road son Limbo, de Agustín Fernández Mallo, y Un acantilado como la existencia, de Jean-Paul Michel, que me remite Juan Soros, el editor de Libros de la Resistencia. Sabía de Limbo, la última novela publicada por Agustín, porque había leído sobre ella en las entradas de su blog, y contaba con que él mismo o la editorial, Alfaguara, me la enviasen, como así ha sido. En un primer vistazo, el libro, algo más extenso que los anteriores, mantiene algunos de los rasgos característicos de su autor, como la inclusión de imágenes, y promete una nueva vuelta de tuerca en la literatura anómala e innovadora que Agustín lleva practicando desde aquel remoto Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus. Frente a tantos escritores parcos, o estreñidos, que parecen administrar su genio como quien decanta un elixir escaso y preciosísimo, yo celebro la creatividad inexhaustible de Agustín, que siempre parece encontrar una nueva parcela de la realidad en la que trastear, o una nueva relación que establecer entre cosas que nunca antes se habían relacionado. Un acantilado como la existencia, que lleva un subtítulo o lema significativo: "La técnica existe porque lo posible existe. El arte existe porque lo imposible existe", prolonga la aventura ensayística en la que Juan Soros se ha embarcado, con audacia rayana en la temeridad, con Libros de la Resistencia, cuya nómina de autores es inobjetable: Miguel Casado, Eduardo Milán, Ángel Crespo y Pilar Gómez Bedate, y Jordi Doce. Jean-Paul Michel (por Jean-Paul Michelena) es un escritor, poeta y editor francés, nacido en el medio siglo, y que reflexiona aquí sobre el concepto de la literatura y de la obra de arte, y sobre su relación con el pensamiento. La traducción es del propio Soros, y el formato es el de una plaquette, aunque grande y noblemente impresa. Su lectura debe confirmarnos en que todavía queda mucho que decir sobre literatura, y que vale la pena hacerlo en publicaciones rigurosas e inquisitivas como Libros de la Resistencia. Por último, a mi piso actual me envía Jordi Doce sendos ejemplares de los números 50 y 51 de la revisa mensual de cultura El Cuaderno, que empezó siendo el suplemento de un periódico, pero que ahora publica, exenta, la también infatigable editorial Trea. Sorprende la velocidad y la firmeza con la que El Cuaderno se ha constituido en una de las mejores publicaciones literarias y artísticas del país: con un equipo amplio y entusiasta de colaboradores, un diseño gráfico espectacular y una riqueza de informaciones y sensibilidades sin parangón en los medios nacionales. Y es gratuita. Los números que me manda Jordi incorporan sendos dosieres de poesía: el del número 50, sobre poesía ibérica -Blas de Otero, Nuno Júdice, Pedro Provencio, Federico García Lorca, Joan Vinyoli y Aníbal Núñez-; y el del 51, sobre poesía extranjera -Seamus Heaney, Julia Hartwig, Tomas Tranströmer, Thomas MacGreevy y Zbigniew Herbert. Quiero destacar, de entre todos ellos, la presencia de Joan Vinyoli, uno de los mejores poetas en catalán de la segunda mitad del siglo XX, cuyo Tot és ara i res ha traducido, con pulcritud, Marta Agudo; la de Aníbal Núñez, siempre necesitado de reivindicación, sobre el que escribe Tomás Sánchez Santiago; y la de Thomas MacGreevy, cuya poesía completa acaba de publicar Bartleby Ediciones, con la traducción, como siempre excelente, de Luis Ingelmo. No quiero dejar de reseñar también algo que se me antoja fundamental en el número 51: el largo artículo de Juan Carlos Gea, "El gran rodaje del mundo", para celebrar el vigésimoquinto aniversario de Amanece que no es poco, la genial (aunque genial es poco) película de José Luis Cuerda, y la reseña, firmada por Javier García Rodríguez, del libro que el propio Cuerda ha escrito sobre el film, que incluye el guión original y muchos otros materiales inéditos. No sé si otros medios culturales le han dedicado atención a Amanece que no es poco, pero que El Cuaderno lo haya hecho es buena prueba de su solvencia y su necesidad. A él podríamos aplicar también, con una leve adaptación, la mítica alabanza del alcalde necesario de la película: "¡Cuaderno! ¡Todos somos contingentes, pero tú eres necesario!".

5 comentarios:

  1. Eduardo Mílán; tengo un librito suyo "El Desprendimiento" presentado por Ildefonso Rodriguez hace un par de años (Eduardo no estaba, una pena!) lo he leído y releído, me quedó grabado "no hay adentro si no hay pasión por el afuera".

    Un abrazo

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    1. Volvemos a coincidir, Amelia. Sí, Eduardo Milán es un gran poeta: lo he leído y reseñado.

      Un gran beso.

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  2. Gracias por los guiños públicos, Eduardo. Todo el apoyo que pueda darse a aventuras editoriales como Libros de la Resistencia y El Cuaderno es poco, porque están concebidos desde el desprendimiento, las ganas de compartir, y la generosidad intelectual... Me alegra que te llegaran esos números, y que te hayan gustado. Por el camino irán llegando más... Abrazo, J12

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    1. Los recibiré con placer, querido Jordi, ya lo sabes.

      Otro abrazo.

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  3. Gracias por el comentario, tan generoso.

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