miércoles, 19 de febrero de 2014

Favorables, Madrid, poema

Así se titula este ciclo de poesía contemporánea que coordina en Madrid, desde hace dos años, el poeta y crítico Juan Carlos Suñén. El título, como es evidente, imita al de la célebre revista fundada por César Vallejo y Juan Larrea en París, en 1926: Favorables París Poema. Por él han pasado recientemente autores de la valía de Antonio Méndez Rubio, Jordi Doce, Eloísa Otero y Esperanza López Parada, y hasta julio de 2014 lo harán otros como Eli Tolaretxipi, Ada Salas, Víctor M. Díez y Álvaro García: todos escritores nacidos en los 60. Pasado mañana, 20 de febrero, me corresponde leer a mí. Será, como todos los actos del ciclo, en la antigua capilla del CentroCentro de Cultura y Ciudadanía, en la plaza de Cibeles, 1, a las siete de la tarde. Lo cierto es que la invitación me permitirá, no solo leer algunos textos y, quizá, si al público y al coordinador les parece bien, conversar sobre ellos, sino también ver a algunos amigos muy queridos y pasar algún tiempo en España. Cuando vine a Inglaterra, pensaba que la separación sería más traumática de lo que en realidad está siendo. Hoy tengo la sensación de que vivo con medio cuerpo aquí y medio cuerpo allá, aunque he de reconocer que la mente permanece en Barcelona: es difícil hacerse a una nueva vida; una nueva vida requiere una infinidad de pequeños gestos, de pequeños afectos, de asuntos cotidianos y asuntos excepcionales, una urdimbre de tactos y miradas, y eso lleva tiempo: a veces, toda una vida. Reunir esas dos mitades del cuerpo supone poco más que coger el autobús. La fluidez del tráfico aéreo, y la facilidad de las comunicaciones, incluso en una ciudad tan populosa, y de tan difícil circulación, como Londres, han facilitado este estado híbrido, intermedio, que debe de ser lo más cercano que haya a la ubicuidad. Mañana viajaré desde Heathrow, si las tormentas y la huelga de metro lo permiten, y en un par de horas estaré en Barajas. Tras dos días en la capital, cogeré un tren a Barcelona, y allí me quedaré casi tres semanas, escribiendo la introducción de mi traducción de Whitman, para lo que necesito algunos libros de mi biblioteca y de varias bibliotecas públicas, y un ensayo con mi poética con el que quiero encabezar una antología de mis versos. Hace tiempo que me apetecía formalizar mi pensamiento sobre el género -si es que la poesía es un género- y disponer de algo definitivo, aunque tenga que extractarlo, para cuando me pidan eso que casi siempre rehuimos: una poética. La anticipación del regreso es casi lo mejor del regreso: saborear la inminencia de las cosas conocidas, de las cosas acostumbradas, de los sentimientos arraigados en lugares, personas y cosas. Volver es sentirse volver, saberse volviendo. Cuando uno ya lo ha hecho, la rutina desdibuja los perfiles de la satisfacción hasta volverla otra rutina más, y entonces lo que apetece es irse. El proceso se inicia al revés: experimentando de nuevo el placer del cambio, la fascinación de un descubrimiento que ya no lo es tanto, pero que todavía no se ha ajado, como se aja todo. Y, en este péndulo de idas y venidas, el tiempo parece dilatarse, perder peso, hacerse permeable al deseo y al movimiento. Viajar así, vivir así, nos da elasticidad: la que vamos perdiendo con tantas horas sombrías, con tantas horas que mueren sin haber siquiera nacido. Mañana vuelvo, para leer en Madrid. Estoy contento.

2 comentarios:

  1. Felicitarte, Eduardo, una vez más, por esas décimas de fiebre!!
    Estoy ansiosa por tu traducción de Whitman!
    Quiero creer que hay cosas en esta vida que no se ajan!

    Un abrazo y muchos ánimos con Whitman

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  2. Gracias, Amelia: los voy a necesitar. Los finales son siempre lo más duro.

    Un beso grande.

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